Muchas veces en nuestras vidas debemos enfrentarnos a nuestros mayores temores, nuestros lastres de años que han causado dolor, angustias, sufrimientos indebidos y nos han llevado a edificar nuestros proyectos en forma tal que las bases sobre las que se sienta nuestra existencia, así como la manera en que se disponen las diferentes piezas del gran mecano de nuestra vida, están mal encajadas y corren serio peligro de desmoronarse a medida que añadimos más eslabones.
En determinado momento, debemos hacer revisión de la edificación de nuestra estructura existencial, y si nos percatamos de un gran deterioro en la construcción de nuestros planes, es mejor proceder a la destrucción por drástica que parezca. no obstante, es recomendable buscar previamente todas aquellas buenas experiencias y recuerdos que nos pueden servir para el futuro, así como tomar nota de los errores cometidos previamente antes de proceder al desmoronamiento de nuestras mayores lacras personales.
Una vez hecha esta pre-limpieza y selección, estamos en condiciones, muchas veces impelidas por crisis interpersonales, para proceder a derrumbar todas nuestras proyecciones preestablecidas, romper con los miedos infundados, romper con los esquemas previos, y pedir a quienes nos quieren y queremos, ayudarnos a reedificar, construyendo nuevas relaciones y mejorando lo previamente hecho, para lo que es aconsejable limpiar los escombros que pudieron quedar.
Cuando esto ha sido posible, la relación con familia, amigos, uno mismo, y la proyección de vida pueden construirse en forma más sana, ayudando así a mejorar el porvenir propio.
He pasado esta semana de la tierra al infierno y de éste he resurgido, debiendo hacer justamente una reevaluación de mi vida, aprendiendo que debo re-evolucionar, esto es, cambiar como ocurre en una revolución, y adaptarme a seguir adelante con la opción de aceptar y modificar mis hábitos, como ocurre en un proceso evolutivo. Hacer de mis actos y mi vida algo verdaderamente significativo para mí más allá de lo que otros piensen o digan es más importante que considerar siempre los actos como un evento a ser juzgado por otros. Si recibo críticas las aceptaré y asimilaré, pero también actuaré conforme a mi conciencia me lo dicte, pues no debo ser totalmente dependiente de las opiniones de los demás, aunque ello no implique desvalorizarlas. Al contrario, el justo valor de las críticas reside en considerarlas válidas pero asumir que no deben ser el centro de nuestras actitudes.
Aunque recién comienza, creo ver en los procesos vividos esta semana un buen apronte de mi preparación y resurgimiento en tanto humano.
